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Comentario y análisis de películas




          rición, incluso cuando, simplemente, transgrede toda distancia
          de seguridad con respecto a sus compañeros de reclusión.


          Para inspirarse durante la preproducción, Kim Chapiron vi-
          sitó numerosas prisiones del Medio-Oeste americano. Pese a
          que no se les permitiera grabar con cámaras, la experiencia fue
          realmente oportuna, consiguiendo la confianza de los propios
          reclusos para conocer los motivos de su entrada en prisión, sus
          intentos de fuga y diversas anécdotas de su vida diaria. Pasa-
          dos unos seis meses, tomaron la acertada decisión de integrar
          a aquellos chicos en la película, junto a otros de ambientes
          pandilleros, incluyendo a algunos de los que interpretarían a
          los protagonistas, pese a los riesgos de trabajar con personas
          tan conflictivas.

          En el caso de Adam Butcher llegó a encontrarse hasta dos
          veces ante un tribunal en el rodaje. Los responsables de la pro-
          ducción tuvieron que convencer al juez para que no lo encar-
          celara.

          Taylor Poulin, que sembraba el terror en el centro penitencia-
          rio de Enola Vale, el primer día de rodaje llegó con un agente
          de libertad condicional y con una gran herida en la cabeza por
          una pelea el día anterior.

          En las escenas que requerían de grandes multitudes era habi-
          tual la confusión entre actores libres y en prisión. También era
          recurrente la visita de la policía por las denuncias y quejas de
          los vecinos por el ruido o por las originales formas de diversión
          de los jóvenes en los descansos.

          En una reseñable escena con antidisturbios, los extras contra-
          tados tenían el mismo deseo que los personajes a los que inter-
          pretaban: aplastarlo todo, inclusive cuando ya habían gritado
          “corten” o cuando aún no correspondía destruir un detalle del
          decorado. Las mesas y sillas volaban descontroladamente. El
          equipo de producción estaba aterrado; algunos técnicos lle-
          vaban cascos y rodilleras, otros amenazaron con abandonar el
          proyecto. El sacrificio mereció la pena. “Para este tipo de se-
          cuencia, no se puede engañar (…) El rodaje está aquí y ahora,
          tienes que aprovecharte y, al mismo tiempo, hay que dar al
          espectador la energía que requiere expresar una realidad dura
          e implacable”, manifestaba en una entrevista este autor francés
          del que esperamos que vuelva a sorprendernos de esta manera
          en el futuro.

























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